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El TLC con Colombia y Perú significa desplazamiento de campesinos y lavado de dinero

Quienes votan en favor, profundizan la crisis, también en Europa

En los últimos días, los eurodiputados y eurodiputadas hemos recibido cientos de correos electrónicos y cartas de una alianza extraordinariamente amplia de organizaciones y personas individuales pidiendo que votemos NO al Tratado de Libre Comercio (TLC) entre la UE y Colombia/Perú. Aquellos que hoy votaron en favor del Tratado de Libre Comercio con Colombia y Perú no escucharon a la ciudadanía, quienes tenían muchos argumentos. Cito a algunos:

Organizaciones de derechos humanos, iglesias, sindicatos y agencias de cooperación han puesto la voz de alarma con muy buenas razones, porque desde hace dos años siguen el proceso de ratificación del TLC con gran preocupación.

El movimiento sindical internacional llamó al unisono a no ratificar el TLC, puesto que  los derechos sindicales siguen empeorando en la región y empeorarán aún más a causa de la competencia internacional fomentada con el TLC , dada la larga tradición de vista gorda de las autoridades. Se siguen asesinando sindicalistas, a la vez que "se transforman sus manifestaciones", como dice un reciente reporte del PNUD: cada vez son más frecuentes las amenazas, las restricciones a la libertad de asociación, los contratos que impiden sindicalizarse.

La Oficina de la Alta Representante  de la ONU lamenta una y otra vez que sus recomendaciones no se cumplen. La Corte Interamericana de Derechos Humanos advirtió hace pocos días un nuevo asesinato de un periodista. Y no pasa nada. Sabemos que también este crimen quedará impune.

Organizaciones de derechos humanos nacionales dan listas de nuevos desplazamientos de campesinos para implantar la minería y la agricultura destinada a la exportación. Los grupos paramilitares no se desmantelaron, dicen, sino se reagrupan. "No es que se nos devuelve la tierra, sino se nos quita más tierra, para la palma aceitera, donde antes cultivamos alimentos", nos dicen representantes de los desplazados. Los que protestan, los que reclaman la tierra, corren riesgo de muerte. Muchos ya han muerto. Y la ley de Tierras en Colombia es literalmente papel mojado.

Organizaciones de cooperación Norte-Sur a también examinaron el TLC. Analizaron cómo el acuerdo restringe las capacidades de los gobiernos de legislar en el futuro. El TLC garantiza que no haya  leyes que restrinjan los intereses directos de empresas multinacionales, pues los legisladores se autocensurarán, por temor de ver el país confrontado con denuncias “por beneficio no obtenido" ante el tribunal inherente al tratado (DSM, por las siglas inglesas).

Nosotros, los Verdes, compartimos estas preocupaciones. Pero quizás estemos equivocados y tengan razón los que defienden el acuerdo. Ellos dan principalmente tres razones para justificar su apoyo: más seguridad para inversores, integración el en mercado mundial y mejoramiento de derechos humanos. La realidad es que ellos están equivocados. Explico las tres falsas razones, empezando por el último:

Derechos humanos: Las hojas de ruta para mejorar la situación de los derechos humanos, pedidas por el Parlamento Europeo en el mes de junio del 2012 y presentadas en octubre pasado, no contienen ni una medida adicional. Sólo contienen programas existentes y que no están funcionando. Peor aún, el presidente colombiano Santos apoya explícitamente una reforma constitucional para establecer un “Fuero Militar”, o sea una jurisdicción militar que continuará y ampliará la impunidad de los crímenes cometidos por los militares en Colombia.. La Oficina de la Alta Representante de la ONU en Bogotá protestó enormemente respecto a este tema. Si el gobierno colombiano es capaz de proponer tales aberraciones en materia de derechos humanos ahora que está en la mira, ¿cómo se comportará, una vez que el TLC esté ratificado?

Sobre la integración en el mercado mundial: la misma Comisión Europea encargo un Estudio de Impacto sobre la Sostenibilidad que reveló los graves problemas que conllevaría el acuerdo: Colombia y Perú seguirán siendo los proveedores de materias primas, con creciente presión sobre su tierra, agua y bosques. Los bancos y los seguros pasarán a manos de empresas europeas. Mientras, la situación de los pequeños campesinos se agrava por la leche, aceite o carne de cerdo, productos importados de los excedentes de la agricultura industrial europea que entran a Colombia y Perú sin pagar aranceles. Tal como fue en épocas coloniales.

Finalmente sobre la seguridad de inversores: Muy puntualmente, un estudio, hecho por el centro de investigaciones SOMO, de los Países Bajos, (1) ha demostrado, la semana pasada, cómo el capítulo sobre los servicios financieros en el acuerdo impedirá implementar el marco regulatorio que la UE está adoptando en estos meses  para regular su mercado financiero.  En lugar de contribuir a superar la crisis, la va a ahondar más en ambos continentes. Este capítulo facilitará los negocios desestabilizadores de lavado de dinero y de fraude fiscal y permitirá a las  grandes empresas hacer el famoso "transfer pricing" (manipulación de ganancias por sobrefacturación y otros trucos). Esto no genera seguridad a las inversiones a largo plazo ni ingresos de las arcas nacionales. Esto acelera y lubrifica la especulación, promueva la evasión de impuestos, los flujos financieros ilícitos - tanto más de un país como Colombia con su narcotráfico. Piensen en Grecia, España, Portugal.

En conclusión, los eurodiputados  y diputadas que votaron en favor del acuerdo tenían todos los elementos sobre la mesa para prevenir el desastre que provocará el TLC. Desastre allí y aquí. No necesitamos un acuerdo que promueve los desplazamientos, la impunidad y la pobreza. No es aceptable un acuerdo que quite a los países la posibilidad de decidir sobre su propio modelo económico. Y tampoco puede ser que Europa sea cómplice de evasión de impuestos y lavado de dinero de la droga. Justamente ahora, cuando Europa necesita solidez y regulación, la mayoría de la eurocámara se pone del lado de los que dejan a los estados sin ingresos, evitan controles y transparencia y permiten a las grandes empresas esconder sus ganancias.

Desde luego necesitamos acuerdos. Pero acuerdos comerciales muy distintos. Los que votaron a favor del TLC con Colombia y Perú siguieron por el camino ultraliberal de los años 80 y 90, camino que nos llevó a la crisis que carcome nuestros países. En vez de salir y de proponer modelos comerciales y económicos diferentes, el TLC cristaliza aún más el neoliberalismo y la injusticia social y medioambiental en Colombia, en Perú y en el Mundo.

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