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Position Paper |

Proteger nuestro futuro

Plan de recuperación y resiliencia de Los VERDES/ALE

Más ambición, solidaridad y cooperación: la clave para construir un nuevo modelo resiliente desde el punto de vista social, económico y ambiental para la UE

La crisis del COVID-19, reconocida por primera vez por la OMS el 31 de diciembre de 2019, se convirtió en tan solo tres meses en una pandemia mundial que ha causado estragos sin precedentes en prácticamente todos los países del mundo. 

Miles de familias en toda Europa están sufriendo pérdidas trágicas y temen por su salud y la de sus seres queridos.  Millones de ciudadanos y ciudadanas se enfrentan a la posibilidad de perder su medio de vida, así como a graves consecuencias económicas. En muchos lugares de Europa, las escuelas permanecen cerradas y la mayoría de la población se encuentra confinada en su casa. 

Cuando la pandemia llegó a la Unión Europea (UE) en febrero, ni los Gobiernos ni las instituciones de la UE estaban en absoluto preparados para el efecto devastador que tendría en los sistemas sanitarios, los sistemas alimentarios, la sociedad, el empleo y la economía en general. Sólo el coraje y el esfuerzo extraordinarios del personal médico, de enfermería y de emergencias y muchas otras personas han evitado el colapso de nuestros sistemas sanitarios. 

En la fase inicial, la solidaridad entre los Estados miembros de la UE fue lamentablemente inexistente mientras Italia era testigo de cómo se desbordaba precipitadamente su sistema sanitario, y se veía obligada a paralizar gran parte de su economía y todo su sistema educativo, y la mayoría de los italianos se quedaban confinados en casa.

Es más, aunque desde entonces se han desarrollado iniciativas de cooperación bilateral para intercambiar información y compartir la carga sanitaria, los líderes europeos no lograron llegar a un acuerdo firme sobre una forma justa de compartir la carga económica, a pesar de la magnitud y la dimensión europea del impacto económico.

También hay que lamentar la falta de coordinación a escala europea a la hora de decidir la paralización de la actividad económica y social encaminada a frenar la propagación del virus. Algunas medidas especiales que restringen las libertades se han adoptado sin coordinación ni controles de proporcionalidad. Algunas parecen necesarias y proporcionadas, pero otras, como los que se han establecido en Hungría, socavan los propios valores en los que se fundamenta la UE.

La UE y los Estados miembros tendrán que acordar urgentemente una estrategia coordinada y responsable para relajar gradualmente las medidas de salud pública diseñadas para controlar la propagación del virus y una estrategia coordinada que fomente la capacidad de recuperación y resiliencia de la UE.

La mismísima credibilidad de la UE se verá dañada para siempre a menos que la solidaridad y la coordinación sean la base para el enorme esfuerzo necesario para recuperarnos de los daños sociales y económicos derivados de la crisis y garantizar la resiliencia de cara al futuro.

Esta reconstrucción no solo debe garantizar el restablecimiento de los sustentos de vida perdidos y la infraestructura dañada, sino también la sostenibilidad social, económica y ambiental de la UE.

Para ello, es necesario un programa combinado de inversión y reforma socioeconómica que refuerce la solidez de los servicios sanitarios y otros servicios públicos, que garantice la justicia, la solidaridad y la estabilidad en la Unión Económica y Monetaria y, por encima de todo, que haga cuanto sea necesario para evitar la catástrofe ambiental, que supone la mayor amenaza para nuestro bienestar colectivo.

Estas últimas semanas han sido complicadas para todas nosotras y nosotros, y nos han servido para conocer las fortalezas y debilidades de nuestras sociedades, así como para aprender mucho sobre lo que nos permite seguir adelante, pero también aquellos aspectos que debemos cambiar.

Ahora más que nunca, los europeos y europeas reconocemos la importancia de una estrecha cooperación y una gran solidaridad para hacer frente a las amenazas económicas, sociales y ambientales colectivas. 

Ahora más que nunca, los europeos y europeas entendemos el incalculable valor de contar con servicios públicos bien gestionados y financiados, redes de seguridad que respalden sociedades estables e inclusivas, así como economías que realmente beneficien a toda la ciudadanía.

Ahora más que nunca, los europeos y europeas entendemos la importancia vital de la soberanía alimentaria. En este sentido, es fundamental que la Política Agrícola Común (el 35 % del presupuesto de la UE) se someta a una transformación profunda. En lugar de regirse por el productivismo y los mercados globales, debe convertirse en un potente vector para la resiliencia de nuestras sociedades, y producir así un efecto positivo en la salud, el clima, la biodiversidad y el empleo.

Ahora más que nunca, los europeos y europeas hemos comprendido el papel fundamental que desempeña la digitalización en nuestra sociedad, ya que ha permitido que muchas personas sigan trabajando, socializando y accediendo a servicios básicos y entretenimiento a pesar del confinamiento, y ha evidenciado la importancia de poner fin a la brecha digital y garantizar el respeto a la privacidad y los derechos en el mundo digital. 

Ahora más que nunca, los europeos y europeas entendemos que el dogma de la eficiencia económica, que ofrece productos baratos e ignora los límites planetarios, conduce a una vulnerabilidad estructural que provoca crisis con un alto coste social y económico.  

La respuesta a la crisis debe reconocer y abordar las causas de esta falta de resiliencia:

  • Las décadas centradas en la austeridad y en el control del gasto presupuestario público, incluso después de la crisis económica de 2008, han afectado profundamente a los sectores públicos que ahora se aprecian como esenciales para nuestra sociedad.
  • La estrategia alimentaria orientada hacia la exportación que adoptó la Unión Europea expone a algunos de sus ciudadanos al riesgo de no poder acceder a alimentos, mientras que el deterioro de la naturaleza y el uso de plaguicidas empeoran la calidad de vida de muchos otros.
  • Los efectos en la salud no están adecuadamente contemplados en todas las políticas y la creciente privatización de nuestros sistemas sanitarios ha ido en detrimento del derecho al acceso a la asistencia sanitaria para toda la ciudadanía. La falta de inversión en los sistemas de sanidad pública por parte de los Gobiernos ha puesto en peligro a los ciudadanos y ciudadanas y ha debilitado nuestra capacidad de enfrentarnos a las crisis.    
  • El dogma de que el principal papel de los mercados es garantizar una producción cada vez más barata ha provocado la existencia de cadenas de suministro vulnerables y sobrecargadas y ha hecho que la UE dependa de países como la India o China para abastecerse de medicamentos esenciales y equipos médicos, además de crear monopolios en la industria farmacéutica que determinan el precio y la titularidad de las posibles vacunas.
  • Esas mismas grandes empresas que han priorizado los beneficios a corto plazo, en vez de pagar un salario decente a sus trabajadores y trabajadoras y a aumentar la resiliencia, ahora piden ser rescatadas con dinero público. A cambio, es evidente que se les debe exigir, como mínimo, que subsanen sus deficiencias.
  • La sobreexplotación de la naturaleza, que provoca la destrucción de los hábitats y la biodiversidad, así como los usos no sostenibles de recursos naturales, son una causa directa de la transmisión de los virus de animales salvajes a seres humanos. Pero este es sólo uno de los peligros que entraña tratar el planeta como un recurso infinito y flexible. La crisis ha puesto de manifiesto la necesidad de una acción global para respetar los límites planetarios que definen el espacio seguro para los humanos dentro de la naturaleza.

 

Sería un trágico fracaso de liderazgo y visión no aprovechar la oportunidad actual para actuar con determinación y de forma colectiva a fin de construir esa UE más ecológica, resiliente, justa, igualitaria, estable y democrática que necesitamos. 

Sería una rendición inconcebible invertir los escasos recursos en volver a la «normalidad» que ha demostrado ser tan frágil, o sacrificar o suprimir cualquiera de los logros pasados o ambiciones actuales de la UE. 

Unámonos ahora para aprovechar la asombrosa cantidad de material y recursos intelectuales colectivos de la población europea para convertir el Pacto Verde, los objetivos del Pilar de Derechos Sociales y Desarrollo Sostenible, la Unión Económica y Monetaria, el Mercado Único, la Estrategia Digital y una visión común para el Futuro de Europa en la transformación social, económica y ambiental más ambiciosa jamás vista en el mundo.